martes, 11 de noviembre de 2014

                                         la selva de los espejos

La selva amazónica es uno de los últimos refugios de la biodiversidad. El solo hecho de llegar hasta sus confines protegidos se convierte en una experiencia inolvidable y en un aprendizaje que no se puede obtener más que con la experiencia directa. Uno de estos paraísos encontrados es la Reserva Nacional Pacaya-Samiria en Loreto.

Navegar por los ríos y las cochas amazónicas, por los recodos de los ríos calmos que son como las arterias líquidas que viajan hacia los grandes afluentes que más abajo, en la selva baja, darán lugar al gran río Amazonas, le produce a uno la felicidad extrema en donde todo fluye de manera perfecta, incluso la vida y la muerte, los amores, los despertares y los sonidos que cambian según las horas del día y de la noche.

El color verde de la floresta, los alucinados colores de los guacamayos, el olor a la tierra mojada, el aroma de sus frutos, las mangas azules de los chubascos que bajan en torrente, como un río vertical desde las alturas, los ojos de las mujeres nativas que miran de frente, la suavidad de la piel húmeda luego de nadar en las lagunas tranquilas, resuelven todos los misterios, todas las dudas y entonces uno se hace dueño del aire, de sus propios ojos que miran tanta maravilla.

No es fácil ni barato llegar hasta esta selva de los espejos. Hay que ir por la carretera de Iquitos a Nauta, que toma como dos horas o más y de allí navegar hasta el mismo corazón de la reserva. 

Los operadores turísticos ofrecen paquetes todo incluido por 4 noches y cinco días por 800 dólares, navegando por el Amazonas hasta Nauta, justo donde se encuentran con el Ucayali para elevar el caudal. La reserva es un lugar de contemplación, se puede caminar por entre las copas de los árboles a observar alguna de las 330 especies de aves, 800 de árboles, 13 variedades de monos, además de la fauna fantástica de estos lagos y ríos como los delfines rosados, los manatíes vegetarianos, el celebérrimo y delicioso paiche, gigantesco pez de agua dulce con sus más de tres metros de largo y 200 kilos de peso. Pero este maravilloso pez es sólo uno de las 250 especies de peces que alberga Pacaya Samiria. 

Se dice que los delfines rosados son en verdad hombres blancos que seducen y secuestran a las doncellas y las llevan a vivir con ellos en una ciudad reluciente que se ubica en los fondos de los ríos y lagunas. Si una adolescente desaparece si dejar rastro, las familias cuentan que se la han llevado los “yacurunas”, los hombres de los lagos, que se muestran en forma de delfines que juegan alegres, dando saltos y volteretas en la superficie de las aguas, mostrando su encanto y gracia y alimentando la leyenda. 

En la enorme extensión de la Reserva hay más de 85 lagos y en muchos de ellos crece la famosa “victoria regia”, una planta acuática enorme que flota a manera de manteles verdes, redondos y floridos para recibir la luz del sol.


No hay mejor lugar para acomodar el espíritu, encontrar el camino perdido, resolver los males de amor, que el la selva amazónica y en particular en este paraíso encontrado que es la Reserva Nacional Pacaya Samiria. 

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